Santiago Romero Granados REPERCUSIONES DE LA DURACION DE LA ACTIVIDAD FISICA

Santiago Romero Granados: REPERCUSIONES DE LA DURACION DE LA ACTIVIDAD FÍSICO-DEPORTIVA SOBRE EL BIENESTAR PSICOLOGICO

Este estudio, donde Santiago Romero Granados participó como coinvestigador, examinó si la duración de la práctica físico-deportiva repercute en el estado de ánimo, y si estos efectos están mediatizados por la percepción del estado físico. Los participantes fueron 1008 personas (n = 144 entre 18 y 24 años, n = 288 entre 25 y 44 años, n = 288 entre 45 a 64 años y n= 288 mayores de 65 años). Los análisis del modelo de ecuación estructural indicaron que la duración de la práctica físico-deportiva predijo la percepción del estado físico, la cual a su vez predijo las sensaciones de estado de ánimo. Fue publicado en Rev.int.med.cienc.act.fís.deporte – vol. 8 – número 30 – junio 2008 – ISSN: 1577-0354.

Los efectos directos de la duración de la práctica físico-deportiva disminuyeron significativamente en la presencia de la percepción del estado físico, indicando que el último constructo mediatiza parcialmente la relación entre las otras variables. Se encontraron diferencias en función del género y de la edad.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) define la salud, en el año 1948, como: «… un estado de completo bienestar físico, psíquico y social y no meramente la ausencia de enfermedad». Por otro lado, la literatura sobre la relación entre la actividad física y la salud apunta claramente a que esta
relación es consistente (García, Matute, Tifner, Gallizo y Gil-Lacruz, 2007; Mutrie y Faulkner, 2004; Fentem, Bassey y Turnbull, 1998; Bouchard, Shephard, Stephens, Sutton y McPherson, 1990), hasta el punto de considerar el sedentarismo como un factor de riesgo importante para la salud (Powell, Thompson, Caspersen y Kendrick, 1987; Tittel e Israel, 1991).

No obstante, a la luz del concepto de salud actual, la actividad física no puede ser considerada únicamente como un remedio para curar o prevenir enfermedades diversas, sino que también debe concebirse en relación con una sensación subjetiva de salud que redunde en el bienestar (Devís, 2000;Downie, Fyfe y Tannahill, 1990; Stathi, Fox, y McKenna, 2002). La salud se vincula, de este modo, al concepto de calidad de vida y a la percepción que los individuos tienen de su estado de bienestar físico y psico-social.

El bienestar percibido está siendo objeto de una importante cantidad de estudios (Diener y Larsen, 1993; Myer y Diener, 1995; VanderZee, Buunk y Sanderman, 1995). En este contexto, podemos hablar de la actividad físico-deportiva como un aspecto más de la Psicología de la Salud (Plante y Rodin, 1990; Biddle y Mutrie, 1991; Willis y Campbell, 1992). Son numerosas las investigaciones que avalan los beneficios del ejercicio físico en diferentes ámbitos del bienestar psicológico (Jiménez, Martínez, Miró y Sánchez, 2008): mejora la salud subjetiva, el estado de ánimo y la emotividad (Biddle, Fox y Boutcher, 2000; Weinberg y Gould, 1996), reduce la depresión clínica (Lawlor y Hopker, 2001), disminuye los niveles de ansiedad (Garnier y Waysfeld., 1995; Akandere y Tekin, 2005), favorece el afrontamiento del estrés (Holmes, 1993), incrementa la autoestima (McAuley, Mihalko y Bane, 1997; Huertas, López,
Pablos, Colado, Pablos-Abella y Campos, 2003), etc.

El análisis de las repercusiones del ejercicio físico sobre los diferentes niveles de salud se ha realizado en base a diferentes parámetros (frecuencia, duración, intensidad, tipo de ejercicio, etc.). Así, por ejemplo, el American College of Sports Medicine (ACSM) (1999) recomienda que se practique ejercicio físico con una “frecuencia” entre 3-5 días por semana para conseguir mejoras significativas en trastornos de ansiedad. En la “duración”, parece haber cierta coincidencia en el intervalo 20-60 minutos por sesión, o bien lo suficiente para provocar un gasto energético entre 200 y 300 kilocalorías (Miguel, Martín y Navlet, 2001). En cuanto a la “intensidad”, debería adecuarse a la forma física de cada persona. En todo caso, un ejercicio saludable sería aquél que se encontrara entre el 50% y el 85% del consumo máximo de oxígeno (Van Amersfoort, 1996).

Según el Departamento de salud y servicios humanos de EE.UU (1996), la cantidad más que la intensidad de la actividad físico-deportiva influye sobre los estados de salud. De hecho, parece que no es necesario realizar una actividad física vigorosa para mejorar sus efectos sobre la salud. No obstante, cabe señalar que en los diferentes estudios existe poca precisión e incluso bastantes omisiones en cuanto a las diferentes condiciones de intensidad, frecuencia, duración, etc. en las que el ejercicio físico resulta beneficioso según el componente del bienestar psicológico que se quiera mejorar (Jiménez,
Martínez, Miró y Sánchez, 2008). Son, por tanto, muy numerosos los trabajos que han evidenciado una
relación positiva entre la actividad física y/o deportiva y los beneficios de la salud física y mental, o, si se quiere, entre los estados de bienestar físico y mental. El propósito de este estudio es conocer la naturaleza de la relación entre el estilo de vida activo y las dos dimensiones de la salud, física y
psicológica, a partir de la percepción que los individuos tienen de las mismas.

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